Central Nuclear Vandellós I: Fases del Desmantelamiento

Un obrero observa un reactor en construcción

La central nuclear de Vandellós I, ubicada en la costa de Tarragona, representa un capítulo fundamental en la historia de la energía nuclear en España.

Inaugurada en 1972, fue la primera central de una generación tecnológica diferente a las demás del parque nuclear español, utilizando un reactor de tipo UNGG (Uranio Natural, Grafito y Gas).

Su vida operativa, sin embargo, se vio truncada prematuramente por un incidente en 1989, lo que condujo a su cierre definitivo y al inicio de un complejo proceso de desmantelamiento.

Este proceso, gestionado por la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa), se ha convertido en un referente por ser el primero de su tipo en el país.

El desmantelamiento se estructuró en tres niveles o fases principales, diseñadas para garantizar la máxima seguridad y la protección del medio ambiente a lo largo de varias décadas.

Cada fase aborda desafíos específicos, desde la retirada del combustible gastado hasta la demolición final del reactor, marcando un camino a seguir para futuras clausuras.

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El Incidente de 1989: El Catalizador del Cierre

El 19 de octubre de 1989, un incendio se declaró en la sala de turbinas de la central nuclear Vandellós I. El fuego, originado por un fallo mecánico en uno de los generadores, se propagó rápidamente.

Aunque el reactor se detuvo de forma segura y no hubo liberación de material radiactivo al exterior, los daños en los sistemas de refrigeración y control fueron muy severos.

El suceso fue clasificado como un incidente de nivel 3 en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (INES), calificado como incidente importante por la degradación de la defensa en profundidad de la planta.

Tras una exhaustiva evaluación de los daños, las autoridades se enfrentaron a una decisión crucial. La reparación de la central requería una inversión económica muy elevada.

Además, para volver a operar, la planta habría necesitado adecuarse a normativas de seguridad mucho más estrictas que las existentes en el momento de su construcción.

El análisis de costes y beneficios, junto con la presión pública y las nuevas exigencias regulatorias, llevaron al Ministerio de Industria a ordenar el cierre definitivo de la central en 1990.

Esta decisión marcó el fin de su etapa operativa y el comienzo de un largo y meticuloso viaje hacia su desmantelamiento total, un proceso sin precedentes en la historia industrial española.

Fase 1: Desmantelamiento Preliminar (1990-1997)

Un reactor nuclear domina la costa

La primera fase del desmantelamiento comenzó inmediatamente después de la orden de cese de explotación. Su objetivo principal era preparar la instalación para las etapas posteriores más complejas.

La tarea más crítica de este periodo fue la gestión del combustible nuclear gastado que aún se encontraba en el reactor y en las piscinas de almacenamiento.

Debido a la tecnología UNGG, el combustible de Vandellós I debía ser enviado a Francia para su reprocesamiento, según los acuerdos internacionales vigentes en el momento de su construcción.

Este proceso de descarga y transporte se realizó con rigurosas medidas de seguridad a lo largo de varios años, concluyendo con éxito la evacuación completa del material fisible del emplazamiento.

Paralelamente, se llevaron a cabo otras actividades preparatorias fundamentales. Se procedió al acondicionamiento de los residuos radiactivos de operación acumulados durante la vida útil de la planta.

Estos residuos, de baja y media actividad, fueron clasificados, tratados y almacenados temporalmente en espera de su traslado al centro de almacenamiento de El Cabril (Córdoba).

Durante esta fase también se realizaron los estudios de caracterización radiológica de toda la instalación. Estos análisis permitieron crear un mapa detallado de la contaminación para planificar con precisión las siguientes etapas.

En 1998, una vez completadas estas tareas, la titularidad de la central fue transferida a Enresa, la empresa pública responsable de la gestión de los residuos radiactivos en España, marcando el inicio formal del desmantelamiento de nivel 2.

Fase 2: Desmantelamiento Parcial y Confinamiento (1998-2003)

La segunda fase, o Nivel 2, representó la etapa más visible y de mayor envergadura del desmantelamiento hasta la fecha. Fue un proyecto pionero que sentó las bases de la gestión de clausura de instalaciones nucleares en España.

El objetivo era desmantelar por completo todas las instalaciones, edificios y estructuras convencionales y nucleares que se encontraban fuera del cajón del reactor.

Este proceso liberó la mayor parte del terreno del emplazamiento, reduciendo significativamente la huella radiológica y visual de la antigua central.

Desmantelamiento de Estructuras Externas

Los trabajos se centraron en la demolición de edificios emblemáticos como la sala de turbinas, los edificios de combustible, las torres de refrigeración y otras infraestructuras auxiliares.

Antes de cualquier demolición, se ejecutó un minucioso proceso de descontaminación de todas las superficies y equipos que pudieran tener algún nivel de radiactividad.

Se utilizaron técnicas avanzadas de limpieza química y mecánica para eliminar los contaminantes, asegurando que los materiales pudieran ser gestionados como residuos convencionales siempre que fuera posible.

Los materiales que no podían ser descontaminados por completo se clasificaron como residuos de baja y media actividad y se enviaron a El Cabril para su almacenamiento definitivo.

La gestión de estos residuos fue uno de los mayores desafíos, requiriendo una logística precisa para su segregación, embalaje y transporte seguro.

El Confinamiento del Cajón del Reactor

La parte más compleja de esta fase fue el confinamiento del reactor. Dado el alto nivel de radiactividad de sus componentes internos, su desmantelamiento inmediato no era viable ni seguro.

La solución fue construir una estructura de contención robusta y duradera alrededor del edificio del reactor, conocida como el cajón de confinamiento.

Este cajón es una estructura de hormigón armado de gran espesor, diseñada para aislar el reactor del exterior de forma segura durante un largo periodo de tiempo.

Su función es doble: por un lado, proteger el medio ambiente de cualquier posible fuga; por otro, permitir que la radiactividad de los componentes internos decaiga de forma natural a niveles más manejables.

Al concluir esta fase el 30 de junio de 2003, se había alcanzado el Nivel 2 de desmantelamiento. La mayor parte del emplazamiento fue restaurada y liberada para otros usos, quedando únicamente el cajón del reactor a la espera de la fase final.

Fase de Latencia: Un Periodo de Espera Vigilada (2004-2029 aprox.)

Un trabajador camina junto al enorme cilindro

Tras la finalización del Nivel 2, la instalación de Vandellós I entró en una nueva etapa conocida como fase de latencia. Este periodo tiene una duración prevista de 25 años.

El propósito fundamental de esta fase es permitir que el decaimiento radiactivo natural reduzca significativamente la actividad de los isótopos presentes en el interior del cajón del reactor.

Principalmente, se espera la desintegración del Cobalto-60, uno de los principales contribuyentes a la radiación gamma en las estructuras metálicas internas del reactor.

Al reducirse los niveles de radiación, las operaciones de desmantelamiento final (Nivel 3) serán mucho más seguras para los trabajadores y requerirán sistemas robóticos menos complejos.

Durante este periodo, la instalación no está abandonada. Al contrario, permanece en un estado pasivo pero vigilado bajo una licencia específica otorgada por el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) el 15 de diciembre de 2004.

Las actividades durante la latencia incluyen:

  • Vigilancia radiológica continua tanto dentro del cajón como en el entorno, para garantizar que no haya ninguna alteración en las condiciones de seguridad.
  • Mantenimiento preventivo de la estructura de confinamiento y de los sistemas de monitorización para asegurar su integridad a largo plazo.
  • Control de acceso y seguridad física del emplazamiento para evitar cualquier intrusión no autorizada.

La estructura organizativa y de personal de Enresa en el emplazamiento se adaptó a estas nuevas necesidades, reduciéndose a un equipo mínimo especializado en tareas de vigilancia y mantenimiento.

Este enfoque de espera segura es una estrategia reconocida internacionalmente en el desmantelamiento de ciertos tipos de reactores, ya que optimiza la seguridad y la eficiencia de la fase final.

Fase 3: Desmantelamiento Completo y Clausura Final (A partir de 2029 aprox.)

La última etapa del proceso, conocida como Nivel 3, marcará el fin definitivo de la historia de la central. Su inicio está previsto una vez concluido el periodo de latencia de 25 años.

El objetivo principal de esta fase es el desmantelamiento completo del cajón del reactor y de todas las estructuras internas que aún permanecen en el emplazamiento.

Para ello, Enresa deberá presentar al Consejo de Seguridad Nuclear, con al menos un año de antelación, toda la documentación técnica y los estudios de seguridad necesarios para obtener la autorización de desmantelamiento final.

Esta será la operación más delicada desde el punto de vista radiológico. A pesar del decaimiento durante la latencia, los componentes internos del reactor seguirán siendo radiactivos.

Por esta razón, se emplearán masivamente tecnologías de control remoto y robótica avanzada para llevar a cabo las tareas de corte, extracción y manipulación de los materiales.

Los operarios controlarán los equipos desde salas seguras y blindadas, minimizando al máximo su exposición a la radiación, en aplicación del principio ALARA (As Low As Reasonably Achievable).

Los residuos generados, principalmente metales activados del núcleo del reactor y el grafito moderador, serán clasificados como de media y baja actividad, y algunos como de alta actividad, dependiendo de su naturaleza y origen.

Estos materiales serán acondicionados en contenedores especiales y transportados para su almacenamiento definitivo, probablemente en un futuro Almacén Geológico Profundo (AGP) para los de más alta actividad.

Una vez que todo el material radiactivo haya sido retirado, se procederá a la demolición de la estructura de confinamiento y a la restauración final del emplazamiento.

El objetivo es liberar el terreno para cualquier uso sin restricciones, devolviendo el área a su estado original y cerrando así el ciclo de vida de la central.

Conclusión: Un Referente en la Gestión de Activos Nucleares

El proceso de desmantelamiento de la central de Vandellós I es mucho más que la simple demolición de una instalación industrial. Es un proyecto estratégico de largo recorrido que ha posicionado a España como un referente en la gestión del ciclo de vida de las centrales nucleares.

La experiencia acumulada por Enresa y la industria española desde 1990 ha sido invaluable. Cada fase ha presentado desafíos técnicos, logísticos y regulatorios que han sido superados con éxito, generando un conocimiento que hoy se aplica en otros proyectos nacionales e internacionales.

El enfoque por etapas, con un periodo de latencia intermedio, ha demostrado ser una estrategia prudente y eficaz. No solo garantiza la seguridad de los trabajadores y del público, sino que también optimiza los recursos al permitir que la propia naturaleza facilite la tarea a través del decaimiento radiactivo.

La gestión de los residuos, la descontaminación de grandes superficies y el diseño de estructuras de confinamiento a largo plazo son solo algunos de los hitos técnicos alcanzados durante este proceso.

El proyecto de la vandellos 1 también subraya la importancia de la planificación y la provisión de fondos para el desmantelamiento desde la fase de operación de una central, un principio que ahora es estándar en la industria nuclear global.

A medida que nos acercamos al inicio de la fase final, la atención se centrará en las tecnologías robóticas y de teleoperación que permitirán la clausura definitiva de manera segura.

En definitiva, el legado de Vandellós I no es solo la energía que produjo, sino también la lección aprendida sobre cómo gestionar de manera responsable el final de la vida de una instalación nuclear, asegurando la protección del medio ambiente para las generaciones futuras.

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